Dónde lo dejamos escapar,
dónde se evaporó,
y la inercia se volvía
retórica...
Qué segundo fué importante,
qué minuto desvaneció
las horas sumadas
haciéndolas estériles...
No vuelve, no regresará,
y nunca lo atrapas,
desvaneciéndose como fluido
entre las yemas de los dedos...
Descarnando sin compasión,
volviendo enjuta la piel,
quemándote desde fuera
hacia adentro...
El elixir de la eterna juventud
está escondido en el único lugar en donde a nadie se le ocurre buscar,
en nuestro interior.
F. Javier González Martín